La vuelta de Martín Fierro

Gonzalo Darrigrand
2 min readOct 20, 2022

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Canto (I)

En 1879, contemporáneamente al nacimiento de su hija Carolina, Hernández termina de escribir en los altos de la Librería del Plata, La vuelta de Martín Fierro. Ese año, también, se realiza la “triunfal” Conquista del Desierto por Julio A. Roca, ministro de Nicolás Avellaneda.

Pocos segundos nos lleva pasar de la primera parte del poema, en que dejamos a Fierro y a Cruz por iniciar la travesía del desierto para ir a vivir entre los indios en las tolderías y la segunda parte en que Fierro recupera la voz lírica, reclama nuestra atención, y nos advierte que a su historia le faltaba lo mejor.

Atención pido al silencio

y silencio a la atención,

que voy en esta ocasión,

si me ayuda la memoria,

a mostrarles que a mi historia

le faltaba lo mejor.

No tenemos que olvidar que entre la publicación de la primera parte y la segunda transcurrieron siete años (1872–1879) y en esos siete años el gaucho Martín Fierro había adquirido una popularidad asombrosa, sobre todo en amplios sectores de la campaña.

José Hernández, que apenas antes de publicar El gaucho Martín Fierro, intervino en una de las últimas revueltas federales contra el gobierno central, en el mismo año en que se publica “La vuelta…” ingresa como diputado provincial al congreso por el Partido Autonomista. Avellaneda había sucedido en la presidencia a Sarmiento (1868–1874) y Hernández continúa en la búsqueda de cambios y transformaciones, pero confiaba ahora con lograr realizarlos dentro del sistema político y de representación. En ese mismo contexto, Martín Fierro, su personaje, regresa del desierto como si volviera de un sueño, pues viene uno como dormido cuando vuelve del desierto. Además, recupera el carácter devocional de sus coplas cuando expresa que, a pesar de haber roto la guitarra al concluir la primera parte de la obra, no ha perdido aún su amor al canto:

Gracias le doy a la Virgen,

gracias le doy al Señor,

porque entre tanto rigor

y habiendo perdido tanto,

no perdí mi amor al canto

ni mi voz como cantor.

Al finalizar su primer canto, Fierro explica, pues esa es su intención, que ha venido para ver si puede vivir y lo dejan trabajar.

He visto rodar la bola

y no se quiere parar,

Al fin de tanto rodar

me he decidido a venir,

a ver si puedo vivir

y me dejan trabajar.

Todavía no sabemos qué es lo que tuvo que vivir, dónde está exactamente en el momento en el que nos cuenta su historia ni acompañados por quiénes está.

Carlos Clérice, dibujante, litógrafo, ilustrador y caricaturista argentino, nace en Buenos Aires hacia 1860. En el año 1879, ilustró la primera edición de «La vuelta de Martín Fierro», editada por la Librería del Plata.

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Una voluntad servida por una inteligencia

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