El gaucho Martín Fierro (II)
Canto II
El canto II completa el sentido del relato que hará Fierro de su vida.
No se trata de cantar, como en el caso de “la ave solitaria”, sólo para buscar consuelo, sino también de transmitir un saber. Fierro detenta una sabiduría mucho más elemental que la de cualquier hombre letrado, es la sabiduría de quien ha sufrido, porque, según leemos en uno de sus versos: “nada enseña tanto como sufrir y llorar”.
Casi la totalidad de las estrofas de este canto enfrentan el recuerdo de un pasado idílico, en el que el gaucho tenía trabajo, una pequeña hacienda y familia, con el presente de enunciación en que gasta, el pobre, la vida en huir de la autoridad, como leemos en otro de sus versos.
Yo he conocido esta tierra
en que el paisano vivía.
Y su ranchito tenía
y sus hijos y mujer…
Era una delicia el ver
cómo pasaba sus días.
En la ante última estrofa se anuncia el modo en que la desgracia personal de Fierro se vincula con la del resto de los paisanos. Todo empieza con la leva o reclutamiento forzado para la guerra:
Ay comienzan sus desgracias,
ay principia el pericón;
porque ya no hay salvación,
y que usté quiera o no quiera,
lo mandan a la frontera
o lo echan a un batallón.
Y en la última estrofa leemos:
Ansí empezaron mis males
lo mesmo que los de tantos,
si gustan… en otros cantos
les diré lo que he sufrido-
después que uno está… perdido
no lo salvan ni los santos.