La vuelta de Martín Fierro (XXXII)
Canto (XXXII)
Leemos en la anteúltima estrofa de este canto:
Y les doy estos consejos
que me ha costado alquirirlos,
porque deseo dirijirlos;
pero no alcanza mi cencia
hasta darles la prudencia
que precisan pa seguirlos.
Fierro sabe, como sabe cualquier docente, que puede decidir cuáles serán los recursos para la enseñanza, como en este caso son los consejos orales, pero que no puede intervenir en los procesos de aprendizaje. Su cencia, su pericia como docente, no alcanza para dar a los muchachos lo que ellos necesitan para aprovechar sus consejos.
Las orientaciones de un padre que que da consejos, y por ello más que padre es un amigo, si tienen algún valor, son fruto de su experiencia, les ha costado adquirirlas.
Yo nunca tuve otra escuela
que una vida desgraciada.
No estrañen si en la jugada
alguna vez me equivoco.
Pues debe saber muy poco
aquel que no aprendió nada.
Hay hombres que de su cencia
tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas,
mas digo, sin ser muy ducho,
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas.
Otros de los consejos relativizan, sin embargo, el ser fruto de su experiencia directa de vida o de la experiencia de algunos de los personajes que ha conocido. Por ejemplo:
Ansí como tal les digo
que vivan con precaución.
Naides sabe en qué rincón
se oculta el que es su enemigo.
Pero el caso es que Fierro nunca tuvo enemigos ocultos, al contrario, todos sus enemigos han sido declarados: el juez de paz, el comandante de campaña, el negro y el matón de la pulpería o incluso el indio que le tendió una emboscada.
Más precipitada es aún la famosa estrofa:
Los hermanos sean unidos,
porque esa es la ley primera;
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean
los devoran los de ajuera.
¿Qué sabe Fierro de las relaciones de hermandad si él no ha tenido hermanos? Además, cuando ofrece estos consejos, los cuatro han decidido separarse y romper, al menos, la hermandad entre los hijos mayor y menor de Fierro, que toman caminos opuestos para ya no verse nunca más, quizás definitivamente. En todo caso, este consejo sería más prudente haberlo escuchado en boca del Moreno que lamentó, a lo largo de toda su vida, haber perdido, a manos de un pendenciero, a su hermano mayor.
Tan descolgados parecen estos consejos respecto de quién los enuncia, a diferencia de lo que pasa con el viejo vizcacha, que por momentos nos preguntamos, ¿quién da estos consejos? ¿Es Fierro o es el propio Hernández?