La vuelta de Martín Fierro (XXVIII)
Canto (XXVIII)
Dice Picardía, como ya sabemos, que decidió corregirse desde que supo que era hijo del guapo sargento Cruz y que sólo el (sobre)nombre no pudo quitarse.
Sin embargo, cuando hace el relato de su vida en la frontera cuenta, con algo de jactancia, que supo hacerse un lugar al lado del Ayudante cuya función en el ejército era administrar las viandas de los soldados. Este personaje secundario:
Muy delicao, dormía en cuja,
y no sé por qué sería
la gente lo aborrecía
y le llamaban LA BRUJA.
La ‘Bruja’ se la pasa leyendo, tiene aspecto de santo y se dice que estaba aprendiendo pa recebirse de fraile.
Picardía afirmará que para pasarla bien es siempre mejor decir amén a todo y tomarse las cosas a risas. A continuación, nos ofrecerá una descripción muy minuciosa de la administración corrupta de las viandas destinadas a los soldados de línea.
La Bruja las recebía,
como se ha dicho, a su modo;
las cargábamos, y todo
se entriega en la mayoría.
Sacan allí en abundancia
lo que les toca sacar.
Y es justo que han de dejar
otro tanto de ganancia.
Van luego a la compañía,
las recibe el comendante;
el que de un modo abundante
sacaba cuanto quería.
Ansí la cosa liviana,
va mermada por su puesto.
Luego se le entrega el resto
al oficial de semana.
La redondilla se resume en un dicho popular: -Araña, ¿quién te arañó? -Otra araña como yo. Resumen que nos hace pensar si Picardía, más allá de haberse enmendado, no conserva aún, en su forma de relatar, algo de pícaro.