La vuelta de Martín Fierro (XXVI)
Canto (XXVI)
Cada vez que nos encontramos con un episodio o secuencia narrativa, ya sea la muerte de Cruz o las peleas en las que se vio envuelto Fierro, estos parecen encapsulados en un único canto. No es lo que ocurre con el episodio de la leva que narra Picardía, que comienza a desarrollarse en el canto XXV y continúa en el canto XXVI. En este último, el comandante de campaña, antes de enlistar a Picardía en el regimiento, le dedica unas palabras muy relevantes:
Me dijo que yo era un vago
un jugador, un perdido,
que dende que fi al partido
andaba de picaflor,
que había de ser un bandido
como mi ante sucesor.
De esta manera, nuestro muchacho sabrá en breve que el autor de sus días, era el guapo sargento Cruz.
Es tan hábil como narrador Picardía que el relato de su descubrimiento se concreta en el mismo momento en que se revela a su auditorio. Podemos imaginar la sorpresa de Fierro al descubrir que esta frente al hijo del hombre que murió en sus brazos. Fierro tendrá la oportunidad, entonces, de cumplir con el deseo de su amigo de hallar al hijo y comentarle que nunca lo olvidó.
La muerte de Cruz tiene una función regenerativa para Picardía, pues como hijo del guapo sargento ha decidido enmendar sus faltas en memoria de su padre.
Él al morir me bendijo
yo bendigo su memoria.
Podemos entender que es un nuevo sacrificio el que ha realizado Cruz. Primero fue con Fierro al no consentir que se mate un valiente, luego con el cacique hospitalario que les salvó la vida y, ahora, por su hijo para que guarde su memoria y buena conducta, aunque a su hijo, el apelativo de Picardía lo acompañará por siempre.
Con un empeño costante
mis faltas supe enmendar.
Todo conseguí olvidar,
pero por desgracia mía,
el hombre de Picardía
no me lo pude quitar.