La vuelta de Martín Fierro (XXV)
Canto (XXV)
A uno porque no se había acercado a votar, a otro porque no acudió a la citación del juez, a otro porque predica ideas anarquistas. Es claro que la incorporación en el ejército y el servicio que se presta en la frontera está visto como un elemento penal y correctivo. De todos modos, en la leva se arrean un montón, sin que importe demasiado si poseen experiencia o no en el trabajo a realizar.
Y a este por este motivo
y a otro por otra razón,
toditos, en conclusión,
sin que escapara ninguno,
fueron pasando uno a uno
a juntarse en un rincón.
La novedad de este canto es la descripción del dolor y desamparo en que quedan las mujeres cuando reclutan a los hombres de la familia.
Y allí las pobres hermanas,
las madres y las esposas
redamaban cariñosas
sus lágrimas de dolor;
pero gemidos de amor
no remedian estas cosas.
Así, están las que van a ver al juez y este les dice que no puede hacer nada.
Ante aquella autoridá
permanecían suplicantes.
Y después de hablar bastante
«yo me lavo, -dijo el Juez-,
como Pilatos los pies,
esto lo hace el Comendante.»
Y, también, las que acuden en ayuda de algún vecino a riesgo de correr el peligro de ser abusadas.
Dentran después a empeñarse,
con este o aquel vecino;
y como en el masculino,
el que menos corre, vuela.
Deben andar con cautela
las pobres me lo imagino.
Leemos el final de un canto desconsolador.
De ver tanto desamparo
el corazón se partía.
Había madre que salía
con dos, tres hijos o más,
por delante y por detrás,
y las maletas vacías.
Dónde irán, pensaba yo,
a perecer de miseria.
Las pobres si de esta feria
hablan mal, tienen razón;
pues hay bastante materia
para tan justa aflición.