La vuelta de Martín Fierro (XIV)
Canto (XIV)
Frente al ejemplo de compasión y humanidad que ofrece la tía para el hijo segundo de Fierro, destaca la figura del viejo vizcacha a quien el juez, vaya a saber con qué oscuro propósito, designa tutor del muchacho.
En cualquier caso es interesante interpretar la presentación que se hace de este personaje y el modo en que Hernández logra darle vida en su poema. Esto no tiene que ver tanto con la descripción de sus atributos sino con la presentación de situaciones o actuaciones en las que esos atributos se ponen en práctica, era medio cimarrón, muy renegao, muy ladrón, y le llamaban Viscacha. Era capaz de aprovechar la trasquila de unas ovejas para alzarse con un vellón y unas tiejreas, lo mismo que:
Carniábamos noche a noche
alguna res en el pago;
y dejando allí el resago
alzaba en ancas el cuero,
que se lo vendía a un pulpero
por yerba, tabaco y trago.
Más allá de sus perros, vizcacha no siente compasión por ningún tipo de vida, comenzando por la del propio muchacho al que hace dormir afuera con unas heladas crudas lo mismo que no sintió empatía ni por su mujer a la que se dice mató de un palo porque le dio un mate frío.
La caracterización de este personaje nos permite vincularlo con la tradición de la picaresca española en protagonistas como el lazarillo de Tormes o el Guzmán de Alfarache a los que, por supuesto, Hernández conocía muy bien.