La vuelta de Martín Fierro (X)
Canto (X)
El canto X podemos pensarlo como una transición, nos ofrece una necesaria distención dramática luego de lo que acabamos de vivir en la pelea de Fierro con el indio.
Fierro ofrece su caballo a la cautiva y él se monta en el del pampa, que era un oscuro tapao y al sentirse bien montado, de sus casillas se sale, era un pingo como galgo, que sabía correr boleao. Esta ocasión le ofrece a Fierro la oportunidad para agregar una digresión sobre el modo en que los pampas educan a su caballo. Nadie mejor que Jorge Cafrune ha sabido a lo largo del siglo XX recitar estos versos de Fierro.
“Aventaja a los demás el que estas cosas entienda es bueno que el hombre aprienda, pues hay pocos domadores, y muchos frangoyadores que andan de bozal y rienda.”
Fierro y la cautiva emprenden el regreso a la civilización y deben, para esto, atravesar el desierto. Fierro, lo mismo que al atravesar el desierto en sentido contrario, rumbo a las tolderías, pondrá en práctica toda su experticia de gaucho baqueano y no se priva, incluso, de ofrecer algunos consejos a su auditorio:
Marque su rumbo de día
con toda fidelidá.
Marche con puntualidá
siguiéndolo con fijeza,
y si duerme, la cabeza
ponga para el lao que va.
Oserve con todo esmero
adonde el sol aparece,
si hay ñeblina y le entorpece
y no lo puede oservar,
guardesé de caminar
pues quien se pierde perece.
Es interesante anotar que en rigor aún no sabemos de quién se trata el auditorio al que Fierro se dirige, ni en qué circunstancias cuenta su historia. Y aquí nos espera una grata sorpresa, pues ya en la última estrofa de este canto X leemos que Fierro dice:
Concluyo esta relación,
ya no puedo continuar,
permítanme descansar:
están mis hijos presentes,
y yo ansioso porque cuenten
lo que tengan que contar.