La vuelta de Martín Fierro (VIII)

Gonzalo Darrigrand
2 min readOct 27, 2022

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Canto (VIII)

Hernández en este canto nos sorprende con recursos literarios propios de los relatos de horror y misterio que Horacio Quiroga perfeccionará años después, por ejemplo, en La gallina degollada o en El almohadón de plumas.

Rossi, Silvio. La cautiva (1947)

Recordemos que el canto VII finaliza con Fierro sorprendido por los lamentos de una cristiana a la que encuentra totalmente ensangrentada y, a su lado, al indio que acababa de someterla a un ultrajante maltrato todavía desconocido para los lectores.

Este nuevo canto abre con una anticipación, Fierro dirá Más tarde supe por ella, de manera positiva, que dentró una comitiva de pampas a su partido, mataron a su marido y la llevaron cautiva, anticipación que le sirve al cantor para narrar las circunstancias previas a este encuentro inesperado, historia historia de secuestro y cautiverio que inspiró a Ángel Della Valle a pintar su cuadro más famoso (en el que ya pudimos observar el detalle del indio empuñando un crucifijo al comentar el canto V).

“El regreso del malón” (1892) Ángel Della Valle

Gracias a este juego de tiempos narrativos, se demora el inicio de una pelea que intuimos inevitable, a la vez que también se la recarga de mayores expectativas.

Sociológicamente, Fierro narra la economía del cautiverio al servicio de una china (mujer del indio):

En tan dura servidumbre

hacía dos años que estaba.

Un hijito que llevaba

a su lado lo tenía.

La china la aborrecía

tratándola como esclava.

[…]

La mandaba trabajar,

poniendo cerca a su hijito

tiritando y dando gritos

por la mañana temprano,

atado de pies y manos

lo mesmo que un corderito.

Ansí le imponía tarea

de juntar leña y sembrar

viendo a su hijito llorar,

y hasta que no terminaba,

la china no la dejaba

que le diera de mamar.

Cuando leemos que el indio ha degollado al niño de esta mujer doliente para después atarle las manos con las tripitas de su hijo, entendemos ahora que la responsabilidad de Fierro será no sólo rescatar a la cautiva sino también luchar contra el mal que representa la barbarie.

Esos horrores tremendos

no los inventa el cristiano.

«Ese bárbaro inhumano,

sollozando me lo dijo-,

me amarró luego las manos

con las tripitas de mi hijo.»

Superponer una causa particular con una ofensa universal será, ya en el siglo XX, uno de los argumentos más remanidos por el cine hollywoodense.

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Una voluntad servida por una inteligencia

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