La vuelta de Martín Fierro (V)
Canto (V)
Este canto es el que permitirá al auditorio de Fierro entender qué es un malón y por qué resulta justificada la guerra contra el indio.
La representación que del malón nos ofrece Hernández es la de un saqueo de dimensiones colosales cuya sola visión entristece el alma. Tan grande es el saqueo indio que si no se llevan al propio gobierno es porque no lo hallan a mano.
Su pretensión es robar,
no quedar en el pantano;
viene a tierra de cristianos
como furia del infierno;
no se llevan al gobierno
porque no lo hallan a mano.
Este gobierno, al que se refiere Fierro, es el tercero de las ‘presidencias fundacionales’ y corresponde a Nicolás Avellaneda (1874–1880), promotor de la campaña militar que se conocerá como la “Conquista del desierto”, la más importante aunque no la primera de la historia argentina. Hacia 1872, por ejemplo, ya había tenido lugar la batalla de San Carlos, en la que se vieron frente a frente las tropas de Rivas, Boerr, Leyría, Ocampo, Catriel y Coliqueo con las de miles de tacuaras comandadas por el mítico Juan Calfucurá, el cacique más poderoso de la historia argentina, quien tenía ascendencia sobre Pincén, Reuque Curá y Manuel Namuncurá.
Enfrentamientos como estos le permiten a Fierro comprender que:
Las tribus están desechas;
los caciques más altivos
están muertos o cautivos
privaos de toda esperanza,
y de la chusma y de lanza,
ya muy pocos quedan vivos.
Por regla, en cada canto hallamos una interpretación antropológica que Fierro nos ofrece de los indios en su vida cotidiana, es este caso, referida a la justicia, la cual entienden como el reparto equitativo de los bienes:
Se reparten el botín
con igualdá, sin malicia;
no muestra el indio codicia,
ninguna falta comete;
sólo en esto se somete
a una regla de justicia.
Luego, cada vez que el canto de Fierro deriva hacia el desarrollo de hechos generales o hacia reflexiones universales, el cantor pide disculpas y regresa al desarrollo de cuestiones particulares o singulares, como es por caso, el sacrificio de la india.
Mas ya con cuentos de pampas
no ocuparé su atención.
Debo pedirles perdón,
pues sin querer me distraje,
por hablar de los salvages
me olvidé de la junción.
Mucho puede decirse sobre el carácter episódico de la poesía gauchesca en tanto género literario, por lo que resulta por demás interesante detenerse en este rasgo particular de Fierro y es que en todo momento tiene en cuenta a su auditorio y sabe que no alcanza con pedir o reclamar la atención sino que, además, tiene que atraparnos con una buena historia. La buena historia claro está, es un barbarismo:
Hacen un cerco de lanzas,
los indios quedan ajuera.
Dentra la china ligera
como yeguada en la trilla,
y empieza allí la cuadrilla
a dar güeltas en la era.
A un lao están los caciques
capitanejos y el trompa;
tocando con toda pompa
como un toque de fagina,
adentro muere la china
sin que aquel círculo rompa.
Muchas veces se les oyen
a las pobres los quejidos;
mas son lamentos perdidos.
Al rededor del cercao
en el suelo están mamaos
los indios dando alaridos.