El gaucho Martín Fierro (VIII)
Canto VIII
La segunda muerte que se cobra Fierro, luego de su deserción, es la de un terne (1) que hace alarde de guapo y de peliador y que, además, tiene sus enredos con el comandante, en una alusión velada a los privilegios que posee con el poder local.
Este hombre lo provoca a Fierro y se produce una esgrima verbal a partir del significado ambiguo y reversible del término cuñao:
Me alargó un medio frasco
diciendo «beba cuñao»-
«Por su hermana» contesté,
«que por la mía no hay cuidao».
Nuestro héroe resuelve el caso de una manera bastante sumaria, lo deja mostrando el sebo con su facón.
Es curiosa la reflexión que este episodio suscita en Fierro, dice:
¡Ah! ¡pobre! si él mismo creiba,
que la vida le sobraba,
ninguno diría que andaba
aguaitándolo la muerte-.
Pero ansí pasa en el mundo,
es ansí la triste vida-
pa todos está escondida,
la güena o la mala suerte.
Es, en definitiva, algo tenía que ocurrir. Se trata de un rasgo de fatalismo que está muy presente en Fierro y quizás también en la cosmovisión del paisano rural, pero que podemos entender también como un gesto de autoindulgencia. Si las cosas ocurren porque tenían que ocurrir, resulta que nuestra responsabilidad sobre los actos se halla diluida. En este mismo sentido, y después de asimilar su propia historia a la de cualquier otro gaucho, es que, dice Fierro, ser gaucho es un delito, como si a esta altura del relato, después de haber matado a dos personas (sin contar al indio que dejó muerto en un enfrentamiento que narra en el canto III) y de haber desertado del ejército, su condición de perseguido se debiera solamente a su condición social.
Quizás lo más honesto y profundo que dice Fierro en este canto VIII lo encontramos en la estrofa en la que leemos:
Monté y me encomendé a Dios
rumbiando para otro pago-
que el gaucho que llaman vago
no puede tener querencia,
y ansí de estrago en estrago
vive llorando la ausencia.
Nos da a entender que con cada situación, ante cada problema en el que se ve envuelto, lo que hace el gaucho no es otra cosa que volver a lamentarse por todo aquello que ha perdido.
(1) “Terne” es un españolismo feísimo, derivado de “terno” (joven) y que por suerte no prendió en el idioma de los argentinos.