El gaucho Martín Fierro (VIII)

Gonzalo Darrigrand
2 min readOct 16, 2022

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Canto VIII

La segunda muerte que se cobra Fierro, luego de su deserción, es la de un terne (1) que hace alarde de guapo y de peliador y que, además, tiene sus enredos con el comandante, en una alusión velada a los privilegios que posee con el poder local.

“Y ya salimos trensaos porque el hombre no era lerdo- mas como el tino no pierdo, y soy medio lijerón, le dejé mostrando el sebo de un revés con el facón.”

Este hombre lo provoca a Fierro y se produce una esgrima verbal a partir del significado ambiguo y reversible del término cuñao:

Me alargó un medio frasco

diciendo «beba cuñao»-

«Por su hermana» contesté,

«que por la mía no hay cuidao».

Nuestro héroe resuelve el caso de una manera bastante sumaria, lo deja mostrando el sebo con su facón.

Es curiosa la reflexión que este episodio suscita en Fierro, dice:

¡Ah! ¡pobre! si él mismo creiba,

que la vida le sobraba,

ninguno diría que andaba

aguaitándolo la muerte-.

Pero ansí pasa en el mundo,

es ansí la triste vida-

pa todos está escondida,

la güena o la mala suerte.

Es, en definitiva, algo tenía que ocurrir. Se trata de un rasgo de fatalismo que está muy presente en Fierro y quizás también en la cosmovisión del paisano rural, pero que podemos entender también como un gesto de autoindulgencia. Si las cosas ocurren porque tenían que ocurrir, resulta que nuestra responsabilidad sobre los actos se halla diluida. En este mismo sentido, y después de asimilar su propia historia a la de cualquier otro gaucho, es que, dice Fierro, ser gaucho es un delito, como si a esta altura del relato, después de haber matado a dos personas (sin contar al indio que dejó muerto en un enfrentamiento que narra en el canto III) y de haber desertado del ejército, su condición de perseguido se debiera solamente a su condición social.

Quizás lo más honesto y profundo que dice Fierro en este canto VIII lo encontramos en la estrofa en la que leemos:

Monté y me encomendé a Dios

rumbiando para otro pago-

que el gaucho que llaman vago

no puede tener querencia,

y ansí de estrago en estrago

vive llorando la ausencia.

Nos da a entender que con cada situación, ante cada problema en el que se ve envuelto, lo que hace el gaucho no es otra cosa que volver a lamentarse por todo aquello que ha perdido.

“Era un terne de aquel pago que naides lo reprendía, que sus enriedos tenía con el Señor Comendante.”

(1) “Terne” es un españolismo feísimo, derivado de “terno” (joven) y que por suerte no prendió en el idioma de los argentinos.

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Una voluntad servida por una inteligencia

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