El gaucho Martín Fierro (VI)
Canto VI
Fierro cuando deserta — ‘reserta’- de la frontera se convierte, técnicamente, en un delincuente.
Nuestro personaje aguarda y espera que se produzca un malón y así lograr fugarse. Pero se le presenta en el cantón la organización de una expedición punitiva, sorpresa y a gran escala, contra los indios, con cañones, gran parte del ejército y la presencia del Ministro de guerra: “un ministro o qué sé yo-que le llamaban Don Ganza.”
Si en el canto III tenemos la oportunidad de leer la única referencia geográfica precisa en que se movía Fierro, ahora sabemos que la historia transcurre entre los años 1868 y 1874, período en que Martín José Mariano Dolores del Corazón de Jesús de Gainza fue Ministro de Guerra y Marina durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento.
Desbaratados sus planes iniciales, Fierro aprovecha otra ocasión y una noche que ve al “Gefe y al Juez de Paz” jugando y tomando juntos no espera más y se escapa.
Una noche que riunidos
estaban en la carpeta
empinando una limeta
el Gefe y el Juez de Paz-
yo no quise aguardar más,
y me hice humo en un sotreta.
Sabe, ahora sí, que tiene motivos para rehuir la justicia y que deberá pasar el resto de sus días como gaucho matrero.
Sin embargo y quizás corriendo algunos riesgos, decide regresar a su pueblo con la esperanza de volver a ver a su mujer y a sus hijos. El panorama con el que se encuentra Fierro es desolador. No hay familia, no hay hogar, no hay hacienda. Todo lo ha perdido, tal vez irremediablemente, a causa del reclutamiento forzado del que ha sido víctima.
No hallé ni rastro del rancho,
¡sólo estaba la tapera!
Por Cristo si aquello era
pa enlutar el corazón-
Yo juré en esa ocasión
ser más malo que una fiera.
Fierro, que ya se sabía perseguido, decide entonces “ser más malo que una fiera”, es le momento “Breaking Bad” en el relato y este gesto de despecho, este rencor desatado, va a explicar algunas de sus acciones inmediatas. Por otra parte, la pérdida de los hijos generará en nosotros, sus lectores-espectadores, la expectativa eventual de un reencuentro familiar.
¿Qué fue de la mujer de Fierro? Sobre esta pregunta, que pone foco en esa pobre mujer que tenuemente alcanza la categoría de personaje, construye su gran novela Gabriela Cabezón Cámara.
Dará esta autora voz a la mujer de Fierro del mismo modo en que José Hernández lo hizo con el gaucho, no solo para reponer conjeturalmente un fragmento de la historia, sino para contar la historia de una mujer que se descubre a sí misma, y con esto, a un mundo extasiado de sentidos, formas y colores.