El gaucho Martín Fierro (IX)

Gonzalo Darrigrand
3 min readOct 16, 2022

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Canto (IX)

Lo tocó un santo bendito.

Las escenas más emocionantes de esta primera parte de la obra hernandiana ocurren de madrugada. Una de estas escenas es el enfrentamiento de Fierro con la partida de policía que llega para detenerlo porque debe dos muertes, vos matastes un moreno, y otro en una pulpería, y aquí está la polecía, que viene a justar tus cuentas… dice uno de los milicos de la partida.

Aquí la policía juega de visitante. A campo abierto, donde Fierro fue a refugiarse, de noche y bien preparado, nuestro héroe se imagina imbatible. Por una parte, recurre a toda su experiencia como gaucho de la pampa para adelantarse a los acontecimientos:

Me encontraba como digo,

en aquella soledá

entre tanta escuridá

echando al viento mis quejas;

cuando el ruido del chajá

me hizo parar las orejas.

Como lumbriz me pegué

al suelo para escuchar,

pronto sentí retumbar

las pisadas de los fletes,

y que eran muchos ginetes

conocí sin vasilar.

Luego se dispone para el enfrentamiento. La preparación es cinematográfica: toma un trago de ginebra para darse valor, se quita las espuelas para no pelear con grillos, es decir para no hacer ruidos y ser divisado en la oscuridad, se arremanga el calzoncillo, se ajusta la faja, prueba el filo del cuchillo en una mata de paja y se coloca espaldas con espaldas junto al caballo para no ser sorprendido por detrás.

Luego, en medio de la refriega, ocurre uno de los hechos literarios más analizados en la literatura argentina. Borges dirá que es un momento antropológico trascendental porque Hernández logra dar cuenta del “momento en que un hombre sabe para siempre quién es”.

¿Por qué decide Cruz, subvirtiendo toda norma, no sólo dejar de atacar a Fierro sino también ponerse de su lado y así salvarle la vida? El grito con el que Cruz anuncia su resolución nos anuncia que es el descubrimiento de la valentía de Fierro el que la motiva. Pero, quizás, haya visto algo más. Una clave nos la da el propio Fierro en el relato que hace de este episodio:

Tal vez en el corazón

lo tocó un Santo Bendito

a un gaucho que pegó el grito,

y dijo: -«¡Cruz no consiente»

que se cometa el delito»

de matar ansí un valiente!».

Astillas de un mismo palo.

Es decir que Cruz, como el resto de los policías, es un gaucho. ¿Qué ha visto entonces él en el otro? Sobre esta conjetura, que excede lo que luego nos dirá en el próximo canto Hernández del propio Cruz, construye Borges su extraordinario relato Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829–1874) [1]

[1] Borges, J.L. Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829–1874) en El Aleph (1949), Buenos Aires, Alianza Editorial.

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Una voluntad servida por una inteligencia

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