Don Quijote #Cervantes2018 Cap. 33

Gonzalo Darrigrand
6 min readJun 1, 2020

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Apuntes de la lectura colectiva de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra

Los capítulos 33 a 35, significan un profundo cambio en el estilo de la narrativa de Cervantes. Ya nos lo anunció antes, las historias de Dorotea y Cardenio son muy parecidas a las que aquí se narran.

Sin embargo, ahora viene el género literario al que Cervantes denominaría “la novela ejemplar”, en la que se manifiesta una lección moral de carácter ejemplar, aunque no sin ciertos condimentos escandalosos.

También se ha llamado a este género, la novela urbana del barroco. Lo importante es apreciar que Cervantes es un maestro en todo tipo de géneros literarios, como ya lo hemos visto en su trabajo con la novela pastoril, al manifestar su esencia en el relato de Grisóstomo y Marcela, la caballeresca en las fantasías de la historia de Don Quijote, la sentimental en la historia de Cardenio, la bizantina en la novela de Dorotea, y la parodia de todas que se encuentra en los múltiples ecos del antisentimentalismo de La Celestina.

Hemos leído la picaresca en los episodios de Maritornes y Ginés de Pasamonte, todo contrapuesto a los sentimientos épicos del Cid y a las numerosas referencias a Homero, Virgilio y Dante.

Ahora confrontamos el melodrama puro, esencialmente basado en un triángulo amoroso que incluye notas de misterio, psicopatología, traición y venganza.

La novela del Curioso Impertinente, sostiene un dinamismo único en El Quijote, que nos permite ver que Cervantes sí es capaz de suspender los juegos literarios y el humor y narrar de manera tradicional mejor que nadie, del mismo modo que The Beatles y Led Zappelin pueden suspender la innovación para sumergirse en la canción popular y pegadiza.

La novela se desarrolla en Florencia, ciudad en la que se originó el Renacimiento europeo al redescubrir la cultura clásica para luego diseminarse por toda Europa occidental. No olvidemos los contactos íntimos y políticos entre Florencia y Toledo, entre los Habsburgo y los Medici.

La trama deriva de un cuento tradicional pero también refleja el canto 43 de Orlando Furioso, de Ariosto.

Hay que admitir la presencia de un componente freudiano, incluso quizás hegeliano en esta tragedia psicosexual, como si se representara en la caída de los personajes, la esencia irremediablemente conflictiva de los seres humanos.

Así se establece al principio casi una perfecta armonía entre los protagonistas. Todos conocen a Anselmo y Lotario por excelencia y antonomasia, según el lema de los dos amigos: porque andaban tan a una sus voluntades que no había concertado reloj que así lo anduviese.

Las únicas diferencias son que Anselmo era algo más inclinado a los pasatiempos amorosos que Lotario.

Anselmo se enamoró perdidamente de Camila, cuyo nombre alude a la heroína itálica de la Eneida de Virgilio. Lotario llevó la embajada, lo que nos recuerda el papel sospechoso de Fernando ante Cardenio.

Anselmo y Camila se casaron, entonces Lotario decidió no frecuentar la casa de su amigo con fin de preservar la honra de la pareja. Anselmo se mostró molesto e insistió que Lotario continuara con sus visitas, asegurándole que su esposa Camila, no tenía otro gusto ni otra voluntad que la que él tuviese.

Dada la centralidad de las voluntades de mujeres como Marcela, Torralba, Luscinda, Dorotea, Aldonza Lorenzo, entre otras, esa afirmación de Anselmo es temática y ominosa.

Lotario le puso excusas, diciendo que cada marido debía tener un amigo que le advirtiese de los descuidos personales, pero Anselmo no quiso hacerle caso.

Aquí hay una sofisticada intervención del narrador, quien esgrime a la vez en primera persona y en estilo indirecto libre, “…pero dónde hallará amigo tan discreto y tan leal y verdadero como aquí Lotario le pide”.

Anselmo le confiesa a Lotario que siente una gran ansiedad, un gran deseo que lo angustia, “…el deseo que me fatiga es pensar si Camila me es tan buena y perfecta como yo pienso, y no es probándola como que la prueba manifieste los kilates de su bondad como el fuego muestra los del oro”.

Para Anselmo, la buena reputación de Camila no lo era lo suficiente si antes alguien no la tentara lo suficiente, y le tocaría a Lotario entrar en esta amorosa batalla.

Luego viene una larga protesta de Lotario, una concatenación retórica de la época, que refleja los debates acerca de la naturaleza de conceptos como la amistad o la fidelidad, a fin de perfeccionar los talentos oratorios legalistas de los estudiantes.

Lotario ofrece una gran variedad de argumentos clásicos, lógicos y morales. Incluye ejemplos de la biblia, de la naturaleza, de la poesía e incluso de la vida militar.

Luego acusa a Anselmo de actuar como los moros, que no son capaces de aceptar la tercera sentencia común de Euclides, “si de dos partes iguales, quitamos partes iguales, las que quedan, también son iguales”.

Apóstrofe al lector que Cervantes utiliza para describir una situación opuesta a la que anticipaba el seductor: «Viose Lotario puesto en la estacada que su amigo deseaba, y con el enemigo delante, que pudiera vencer con sola su hermosura a un escuadrón de caballeros armados: mirad si era razón que le temiera Lotario». Pero Lotario no hizo nada: «lo que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la silla y la mano abierta en la mejilla». Miente a su amigo, diciéndole que está intentando seducir a Camila, así como lo haría el «ángel de luz, siéndolo él de tinieblas, y, poniéndole delante apariencias buenas»; mientras que en realidad pasa con ella todo el tiempo sin dirigirle la palabra. Cuando Lotario le reporta que Camila resiste sus conquistas, Anselmo redobla la apuesta, dándole cuatro mil escudos de oro para que compre «joyas con que cebarla». Quisiera hacer una pausa aquí para notar que en términos financieros, esos cuatro mil escudos son equivalentes a ciento sesenta años del salario de Sancho Panza. Evidentemente nuestros personajes florentinos son de la aristocracia más tradicional. Bien, un día Anselmo se encierra en un aposento mirando «por los agujeros de la cerradura». Se entera de que todo ha sido «ficción y mentira» y confronta a su amigo. Aquí tenemos todo un párrafo de apóstrofe del narrador, esta vez dirigido a Anselmo mismo: «¡Desdichado y mal advertido de ti, Anselmo!». Es ominoso y termina con un poema indicando que se le va a negar al protagonista lo que busca. Lotario se rinde y le dice a su amigo que lo intentará otra vez. Anselmo logra ausentarse y esta vez, con las nuevas insistencias de su amigo y la curiosa ausencia de la criada, Leonela, Lotario «tenía lugar de contemplar parte por parte todos los estremos de bondad y de hermosura que Camila tenía, bastantes a enamorar una estatua de mármol, no que un corazón de carne». Aunque quiere ser buen cristiano y fiel a su amigo (y ya podemos dudar si el narrador es del todo fidedigno), al final la hermosura y la bondad de Camila «dieron con la lealtad de Lotario en tierra» y éste empieza a expresarle su amor a la esposa de su amigo. “al final la hermosura y la bondad de Camila «dieron con la lealtad de Lotario en tierra» y éste empieza a expresarle su amor a la esposa de su amigo”

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Una voluntad servida por una inteligencia

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