Don Quijote #Cervantes2018 Cap. 32
Apuntes de la lectura colectiva de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra
El capítulo 32 consiste en reflexiones metaliterarias, es decir, comentarios sobre las funciones y definiciones de la literatura en sí. La idea aquí es resumir los propósitos morales y estéticos de la novela que estamos leyendo y así prepararnos para La novela del curioso impertinente.
El primer gesto del caballero andante es decirle al ventero que le prepare, “aderezasen”, un mejor lecho que la vez pasada, a lo que la ventera responde que, “si está dispuesto a pagarlo”, así lo hará. El hecho de que Don Quijote reconozca que tiene que pagar su estancia es una transformación importante en la psicología del Hidalgo.
Luego el cura amplía este contrato al resto de los integrantes de la comitiva, al pedir a la ventera que le aderezasen de comer lo que en la venta hubiese, y el huésped, con esperanza de mejor paga, “con diligencia les aderezó una razonable comida”.
Cervantes nos da un fascinante panorama de las prácticas de lectura de la literatura a comienzos del siglo XVII. Quizás el detalle más raro sea el hecho de que el ventero y Don Quijote compartan los mismos gustos novelísticos: por ejemplo, cuando el cura anuncia que la lectura de los libros de caballería ha secado vuelto loco a Don Quijote, el ventero los reivindica.
Agrega que durante la cosecha se juntan muchos segadores en la venta, y que alguien siempre lee en voz alta una de esas novelas. Aquí se desata una serie de observaciones de parte de la familia del ventero, que se remonta a la República de Platón, sobre el valor moral de la ficción.
Primero el ventero admite que las novelas tienen un efecto fuerte sobre él, cuando escucha de los furibundos golpes de los caballeros, le toman ganas de hacer su parte. Esto nos debería recordar el debate contemporáneo sobre la violencia, el consumo del arte con contenido violento como los videos juegos y las películas de acción.
A su vez, la ventera comenta que le encantan esas novelas, precisamente, porque a su esposo le vuelven manso. “Nunca tengo buen rato en caso en que vos estás escuchando leer”.
Luego Maritornes dice que le encantan esas novelas también, y le cura le pide la opinión a la hija del ventero, quien dice que las lamentaciones que los caballeros hacen cuando están ausentes de sus señoras, le hacen llorar de compasión.
La pregunta de Dorotea va directo a la cuestión de si la literatura promueve el sexo ilícito en las lectoras: ¿es el arte capaz de promover la violencia y las relaciones ilícitas?
En este intercambio, se indica que las novelas de caballería funcionaban como épicas violentas para los lectores masculinos, y melodramas amorosos para las lectoras femeninas.
El ventero saca una maletilla vieja cerrada con una cadenilla, que contiene un par de libro de caballerías y un libro histórico que exageraba las aventuras de los héroes militares de las campañas españolas en la Italia a principios del siglo XV, la historia del Gran capitán Gonzalo Hernández de Córdoba con la vida de Diego García de Paredes. El cura y el barbero hablan de quemarlos, sin embargo, el ventero objeta la idea, agrega un detalle importante: ¿por ventura, acaso mis libros son herejes? si tienen que quemar alguno, que sea el de ese gran Capitán Diego García. La defensa que monta el cura a favor del libro histórico, nos hace recordar a las hazañas de Don Quijote, Diego García de Paredes poseía una fuerza sobrehumana.
Se han propuesto varias figuras históricas, como San Ignacio de Loyola, como modelos para Don Quijote, pero es Diego García de Paredes quien posee rasgos épicos y trágicos, alguien que sublima, a la vez, el ascenso y caída del sueño imperial español.
El ventero defiende las aventuras fantásticas leídas en las novelas de caballería. Dorotea reacciona y observa que el ventero podría hacer la segunda parte de Don Quijote. Se ha interpretado esto como si el ventero pudiera representar el segundo papel de una obra teatral, o cantar en armonía con Don Quijote, pero es curioso notar que la historia que relata el ventero, adelanta el episodio de la cueva de Montesinos, en el corazón de la segunda parte de la novela de 1615. ¿Podría ser que Cervantes ya tuviera en mente en 1605 escribir la segunda parte de Don Quijote?
En su defensa, el ventero alude a otra novela de Cervantes, “El coloquio de los perros”, como a cierto estudio matemático, como incluso al tema de la raza. A continuación, es hilarante la alusión del ventero a la censura selectiva de la época, como la entendían los humanistas: el reclutamiento militar acentuaba la diseminación de los libros de caballerías. ¿Cómo puede ser que estos libros, si hablan de disparates, están impresos con permiso del Concejo Real? La discusión entre el ventero y el cura llega a su clímax cuando el licenciado afirma que son falsas las novelas de caballerías, que sólo son un tipo de pasatiempos, para quienes no deben ni tienen que trabajar. Se alude aquí, a la casta de los Hidalgos ociosos, como el propio Don Quijote. Notemos, que estamos delante de las ideas de Platón, del arte como forma de corrupción de los ciudadanos. Quizás la moraleja del enfrentamiento entre el cura y el ventero, es que a través del diálogo es posible aceptar la existencia de más de un solo punto de vista.
Queda una sola pregunta ¿De quién podría ser la maleta, Cardenio, Ginés de Pasamonte, uno de los escoltas de los galeotes, un segador anónimo de Andalucía, cierto soldado escritor vuelto de las campañas militares en Italia? ¿Todos, o ninguno de ellos?