Cuarentena (7)
26 de marzo 2020 (jueves)
Cuarentena día 7. Como cada mañana, cuarentena o no, me levanto a media mañana después de escuchar en la cama las noticias de las 09.00 hs. Me baño y salgo a hacer los mandados, la recorridita es la de siempre: verdulería, pollería y lo de Vil. Al mediodía, prendo la máquina y escribo la entrada de ayer.
A la una en punto empieza una película en Volver, hoy repiten Si se calla el cantor (1973), la película de Enrique Dawi con Horacio Guarany, una película que reescribe la peripecia de Martín Fierro, el gaucho que vivía en su rancho con trabajo, familia y mujer pero que se desgracia. La vez pasada en que comencé a ver la película, no la pude terminar. Ahora no sólo veo la rescritura de Fierro, sino también “la gauchesca”: Guarany viste de gaucho, canta, es feliz, se queda sin trabajo y es contratado junto a otros vecinos del pueblo para ir a trabajar a una cantera en el “desierto”. Lo que quiero ver es cuándo se desgracia. Hay varias peripecias en la vida de este cantor que son tomadas de Martín Fierro: trabaja y no le pagan, huye, se emborracha en una milonga, provoca a una mujer, pelea y otro malevo se pone de su lado, huyen y van a parar a una villa (las tolderías), allí donde la ley no entra y rescata a una mujer de un macho golpeador. Hasta aquí las similitudes, dado que Guarany, a diferencia de Fierro, triunfa como cantante. Cuando está por encontrarse con su hijo, una partida parapolicial lo mata a tiros. La excusa que tienen para liquidarlo, luego de varias amenazas, es que se ha convertido en un cantante peligroso, un “cantor del pueblo” (hoy diríamos un cantante melódico, “andar amando”). Al parecer, este neogaucho se desgracia cuando se queda sin trabajo, pero adivinamos que, al igual que Moreira, Guarany confunde casualidad con causalidad, el sufrimiento y la fatalidad son falsos.
A la tarde, me acuesto un rato y leo a Moreira… que, al lugar que vaya, es perseguido por su “destino”, un destino que él mismo se buscó pero que encuentra como una casualidad. Moreira confunde, en este caso, casualidad con causalidad. Las descripciones que el narrador realiza de los encuentros de Moreira con sus protegidos y las simpatías que despierta hoy sería objeto de análisis gay, “un gaucho hermoso”, “fornido, valiente y bien dispuesto”, etc. Después leí El gaucho indómito…, la parte en la que Adamovsky estudia el momento en que el gaucho se convierte en símbolo de la tradición y el Martín Fierro en el poema nacional. La historia es un poco conocida. Frente a la figura del inmigrante, se contrapone la del criollo. La operación abarca desde el discurso folletinesco, a las canciones y el cine. Para 1910, con las conferencias de Lugones, la estrategia está completa. La gran dificultad está señalada por la contradicción que existe entre el Estado, como promotor de la argentinidad gaucha, y las condiciones de existencia del gaucho que reflejan las payadas, las canciones y los poemas, sobre todo con la denuncia social que expresa Martín Fierro. El “nosotros” gaucho tiene interpretaciones disímiles y contradictorias entre los peones de campo, los letrados, los inmigrantes y el Estado, como así también, es un capo en disputa para lo masculino y lo femenino. Otra tensión subyacente en la apropiación del “nosotros” gaucho está dada entre el carácter blanco y europeo que las élites nacionales deciden otorgar a la argentinidad al mismo tiempo que estas políticas de blanqueamiento reconocen el carácter mestizo del gaucho criollo. El criollismo propone una historia alternativa a la historia oficial relatada por Mitre. Para el criollismo, el gaucho, las montoneras y el federalismo no constituyen el polo negativo de la historia argentina sino los derrotados por la barbarie liberal. El criollismo adelanta en sus relatos varios de los problemas y desafíos que en la década de 1930 retomará la historiografía revisionista. La última disputa que estudió el autor sobre la figura del gaucho y lo criollo corresponde a la época del peronismo clásico. Aquí Adamosvsky retoma, como lo hizo a lo largo de todo el libro, la idea de circularidad del discurso y la voz del gaucho entre el pueblo y la élite, en este caso, entre el discurso criollista ya instalado y disputado durante la década del ’40 y la formación intelectual de Perón. Entre ambos existirá un ida y vuelta. El caso es que Adamovsky entiende que el gaucho reivindicado por el peronismo es, hasta 1955, el gaucho explotado por la patronal sin muchas referencias étnicas, el gaucho criollo desobediente pero no montonero, el trabajador, sin diferencias étnico-raciales es la encarnación del gaucho peronista. El criollismo peronista fue fundamentalmente hispanista, en una línea que une a San Martín con Perón, descendiente de españoles antes que mestizo. Sólo como consecuencia del golpe de 1955, del exilio y la proscripción, el peronismo abrazaría tímidamente el revisionismo y se acercaría al gaucho cobrizo.
Cenamos tarta de jamón y queso y de verduras, miramos algo de tele y enseguida pasamos a Netflix. Vimos un capítulo de Algo en que creer y dos de Mad Men.