Cuarentena (43)
01 de mayo 2020 (viernes)
Cuarentena, día 43. Hoy es feriado, pero –Who cares? Hace 43 día que vivimos en cuarentena. ¿Podría acostumbrarme? Lo pensé en el auto. Mejor dicho, me lo pregunté en el auto, pero no pensé en nada. No le di respuesta a la pregunta. La cuestión es saber si podría vivir el resto de mi vida en estas condiciones, abrigado, con comida y entretenimientos poco peligrosos, es decir, la seguridad del hogar, a cambio de la monotonía, de los días iguales. No sé si este contexto me ha llevado a soñar, pero ahora es frecuente soñar con La Plata: las calles, la desorientación y los amigos (que representan una salida, una oportunidad).
Son las 19.30 hs. Parece un día sábado. Estuve todo el día convencido que hoy es sábado. Pero es viernes para los amigos. Ya está de noche, ya hay rocío, ya está fresco y tengo todo en la mesada preparado para cocinar estofado.
Al mediodía leí uno de los tres textos que acompañan la clase 2 de la diplomatura. Los tres son artículos de Carretero con algún colega. A lo largo del día los resumí. Todavía veo en el mail que hay colegas que responden a la consigna de la clase 1 [respuestas de los colegas a la clase 1], pensé por un momento comenzar a responderles a todos, sería algo disruptivo.
Me acosté a dormir y leí La novela… ya terminé con el diario y comencé con el “Primer capítulo” que tiene la misma lógica narrativa que el diario, una serie de relatos anecdóticos de características oníricas. Me dormí mientras lo leía, pero siento que no perdí nada. Sólo queda el último capítulo.
La novela luminosa, de Mario Levrero (1940–2004) la novela ideal para leer en cuarentena. Ahora extraño a Mario Levrero, al Windows ’98 y a las novelas policiales. Ciertamente tenemos aquí, una novela, un ensayo sobre el género novela, sobre la lectura, la edición, la locura, las experiencias místicas, la soledad, el mecenazgo y sobre todo lo que cualquier lector quiere leer en ella.
El lector que se someta a esta novela se maldecirá a sí mismo muchas veces a lo largo de una lectura durante la cual habrá que atravesar sueños, obsesiones, parajes oníricos, zonas de niebla y de profunda oscuridad. Pero que siempre compensa, porque en algún momento se acabará haciendo la luz y lo que se contemple entonces será de una belleza profunda e infinita, incomparable a la de ninguna otra lectura anterior o futura. O al menos hasta que llegue la siguiente novela luminosa que leer.
A La novela… lo comencé a leer el 21 de abril y la terminé en 10 días, el 02 de mayo 2020.
Preparé la cena sin nada para leer, cociné el estofado, con una bandeja verduras que compré ayer en la verdulería y un pedazo de paleta. Quedó sabroso, multicolor y no sobró nada.
Preparé el café y nos fuimos para Netflix. Terminamos de ver la segunda temporada de After Life, repleta de frikis y golpes bajos.
Me voy para la cama y revuelvo un poco la biblioteca porque no tengo nada para leer. Encuentro un libro de Zizek que se llama Mirando al sesgo y leo el capítulo 1. Me llevo una agradable sorpresa porque escribe sobre el tema con el que comencé la entrada de hoy: sueños y deseos. “La relación imposible del sujeto con el objeto causa de su deseo”: tomamos por posposición de “la cosa en sí” lo que ya es “la cosa en sí”; tomamos por la búsqueda y la indecisión propias del deseo lo que es de hecho la realización del deseo. Zizek comenta un relato de El Halcón Maltés. El relato cuenta la historia de un tipo que aprovecha un accidente para cambiar de identidad. Sin embrago, resulta que, en su nueva vida, hace lo que hacía siempre. Es la vida de Don Draper. En lugar de correr tras lo imposible, debemos aprender a consentir nuestra suerte común y a encontrar placer en las trivialidades de nuestra vida cotidiana. Despertamos para continuar un sueño. Aquí retomo la entrada de hoy, sueño con estudiar, con estar en La Plata y con la seguridad de un trabajo y despierto para vivir otra ficción: estoy acá en casa.