Cuarentena — (3)

Gonzalo Darrigrand
2 min readJul 12, 2020

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22 de marzo 2020 (domingo)

Aislamiento día 3, mi vida no cambió mucho. Unas vacaciones extendidas. Me levanto a media mañana, me baño, preparo mates y prendo la máquina.

Comencé a leer Confesión, la novela de Martín Kohan. La empecé a leer en la cama y un poco me dormí. El narrador habla sobre la infancia de Mirta López, su abuela. A los 12 años, en marzo de 1941, la niña Mirta le confiesa a Suñé, el cura de Mercedes, que siente “cosas” en la panza cada fin de semana cuando ve pasar por la puerta de su casa, al joven ¿Rafael? Videla rumbo a la estación de trenes para viajar a Buenos Aires, donde estudia como pupilo en el Colegio San José. Mirta se casa con un muchacho de barrio, de origen humilde y Videla se casa con la novia que conoció en un verano. La segunda parte de la novela se llama Aeroparque, y en ella se relata la organización y ejecución del atentado que en febrero de 1977 intentó hacer volar el avión en que viajaba Videla con su gabinete económico rumbo a Bahía Blanca. Esta segunda parte, lo mismo que la primera, tiene varios datos históricos comentados por la voz del narrador. La tercera parte está muy bien narrada. Es un largo partido de truco entre Mirta y su nieto, que como en la primera parte, asume la voz narrativa. Lo que aquí se cuenta es la tragedia de la desaparición de Ángel, el hijo de Mirta y padre del narrador. Una tragedia porque es la propia Mirta la que entrega “involuntariamente” a su hijo al llamar a un Coronel para comentarle las actividades que Ángel realizaba con sus amigos y compañeros de facultad.

A la tarde no salí a ninguna parte, ya tenía todo listo para preparar fideos con tuco. Resuelvo un problema matemático y a las 22.00 hs. comienzo a cocinar.

Terminamos de cenar. En vez de mirar tele me siento con otro problema. Le doy vueltas a la interpretación “…el número total de bolitas que queda es 2/3 del número de bolitas que quedaría si se retiran todas las rojas”. La solución no era tan fácil, había que tantear y pensar luego cómo progresaban los números una vez que teníamos la ecuación.

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Written by Gonzalo Darrigrand

Una voluntad servida por una inteligencia

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